Publicado: 06/06/2013 en Noticias del centro
¿Por qué es interesante poder interpretar los sueños?
porque nos permite analizar nuestra forma de pensar sin las
innumerables caretas que nos colocamos ante los demás. ¿O no tenemos una
forma de actuar ante los que nos aprecian, otra ante los que nos
desprecian, y otra ante los que nos son indiferentes?
El paso de los años nos hace perder la
noción de quienes somos en realidad, qué nos mueve a obrar y cuales son
nuestros más oscuros temores. Conocer
la realidad nos permite enfrentarnos a ella, buscar las posibles
soluciones, y ser tal como queremos ser, sin dobleces, ni
complicaciones, recomponiendo nuestra personalidad.
Es por ello que el mejor intérprete de
los sueños es uno mismo, ya que nosotros somos el destinatario del
mensaje, además de su autor. Al que llamamos intérprete, no es más que
un mero aclarador del sueño, que evita retorcer el mensaje así como
simplificarlo.
Sigmund Freud, padre del
psicoanálisis, señala que los sueños manifiestan los deseos ocultos del
subconsciente. Nunca he tenido tiempo de leer a este neurólogo que
estudió exhaustivamente los sueños desde el punto de vista científico,
entre otras cosas porque lo poco sé de sus conclusiones me parecen
equivocadas, y porque al tratarse de un alemán, los sueños que
interpreta no pueden ser interpretados correctamente por un español, y
por tanto el esfuerzo no me ha merecido la pena. Tal vez algún día tenga
que desdecirme…entre otras cosas porque tengo comprobado que existen
sueños simbólicos que no dependen del lenguaje del soñador.
¿Los sueños son iguales independientemente de la lengua que hablamos? Algunos sí, los simbólicos; otros no; y en todo caso habrá ciertas diferencias.
Un día mientras veía la televisión, estaba hablando el cantante Al Bano de un sueño de su esposa, Romina Power,
sobre la desaparición de su hija; su madre se resistía a pensar que no
había muerto, basándose en un sueño en el que tras cruzar una puerta
volvía a encontrarse con ella. Es una historia triste, aunque real.
Romina estaba reconociendo en su sueño que ella volvería a ver a su hija
Ylenia desaparecida… en el más allá. Ella no era tal vez consciente y
una mala interpretación del sueño la había llevado a unas falsas
esperanzas, pero sí había captado la realidad en lo más intimo de su
ser, como en ese mismo corazón existía la esperanza del mundo futuro.
Otros estudiosos del tema han desbarrado y
han pretendido dar un valor a los sueños extravagante, siguiendo la
moda de una pseudo “espiritualidad Light” para una visión laxa de la
vida. No va conmigo.
Hoy en día, con el desarrollo tecnológico, nos planteamos leer con precisión lo que hemos soñado. Así, en un artículo titulado “La interpretación de los sueños” de Daniel Capó,
que he leído hace unos días, comenta la noticia que ha saltado a partir
de los trabajos realizados por un equipo de neurocientíficos japoneses,
que está “a punto de descifrar la secuencia neuronal de la actividad
onírica; esto es, de lograr plasmar con la ayuda de una resonancia
magnética, el auténtico tejido de los sueños”.
Este periodista se plantea si
existirá una memoria onírica, si habrá una lógica interna que dicte el
discurrir de la imaginación, que podamos soñar en contra de nuestros
sueños anteriores, aunque los hayamos olvidado. Este mismo asevera que
los sueños dependen de una biografía onírica ignorada para nosotros que
se mantiene oculta, y dislocada de lo queremos creer.
Mi experiencia en el tema me permite contestar de algún modo estas cuestiones.
Si bien es cierto que existe una memoria onírica,
y por tanto una lógica interna, aunque no recordemos los sueños, no
existe, en una persona mentalmente sana (aquí alguno sonreirá), una
disociación entre el mundo onírico y el real, ya que el primero está
totalmente supeditado al segundo. Un
sujeto siempre sueña en función de lo que él piensa, de la realidad que
vive y de cómo la interpreta. Por eso me gusta repetir frecuentemente
que el mejor intérprete de un sueño es el propio soñador.
Esta forma de pensar no
es inmutable, por lo que los sueños viajan con el soñador como una
maleta es llevada por un viajero. Lo que lleve en la maleta será en
función de lo que piense el viajero, del origen y del destino del mismo,
y del medio de transporte que utilice.
Todo viajero cuando planifica su
viaje, establece una serie de paradas, observa como va el viaje y como
está evolucionando hacia su destino, y por tanto proyecta el final de su
viaje. Así pues, los sueños en ciertas circunstancias, pueden
proyectarnos al futuro, un futuro tan incierto como el real, pero con la
aquilatada elaboración basada en la propia experiencia, y, esto es lo
interesante, sin las interferencias de intereses y prejuicios
secundarios.
Yo apenas he tenido sueños de
futuro, y los pocos que he tenido son a tan largo plazo que no los he
visto cumplirse todavía. Nunca he interpretado a nadie un sueño con
estas características, tal vez porque solemos vivir en una ajetreada
vida a corto plazo. Sin embargo, hoy mismo he tenido el sueño más
maravilloso de toda mi vida, y era sobre mi futuro. Tal vez gracias a
este sueño, hoy he tenido fuerzas para terminar este artículo, y es que
sueños y realidad van de la mano.
Esta metáfora del viajero, me
recuerda como desde la antigüedad se ha utilizado en la literatura
metáforas, parábolas, y analogías para describir unos hechos, y es que
los sueños siempre han sido y serán fuente de inspiración para los
hombres de todos los tiempos. Es la típica forma de expresión de los
profetas del Antiguo Testamento, en la que el profeta se ponía un yugo
sobre sí, para expresar al rey como iba a ser tratado su pueblo al ser
invadido por otro.
Este lenguaje simbólico ha sido substituido por el lenguaje verbal,
salvo en los niños pequeños cuando fantasean en sus juegos, pero estoy
seguro que es el de los sueños nuestro lenguaje más primitivo, y que ha
sido llevado por el hombre, en la maleta genética de su dilatada
historia como especie. Los sueños, sucesión de imágenes y su
abstracción, son un resto del pasado evolutivo que todavía conservamos y
que tiene un gran valor para el hombre. Para los animales es el
último logro de su evolución, para nosotros el inicio del maravilloso
camino de la comunicación humana y del lenguaje universal.
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