Sorprendentemente, los sueños no sólo
están en nuestras vidas durante las noches de vigilia, o en esas mañanas
de duerme vela, o cuando despertamos súbitamente por una pesadilla
(sueño angustioso). Literatos, y artistas han empleado los sueños como
recurso estilístico. Dalí es uno entre tantos.
Hace unos meses fui a ver la película de “Lincoln”, justo
cuando empezaba este artículo, y curiosamente la película comenzaba con
un sueño. El protagonista se ve en un barco avanzando por un mar y al
final del sueño aparece una calavera. Desconozco si es una recreación
del guionista o un hecho histórico el que la mujer de Lincont intentaba
adivinar el significado de los sueños de su marido, pero lo cierto es
que el sueño tenía su significado: Lincon sufría ante la soledad de
guiar a su país en un mar de sentimientos diversos, cuyo resultado no
podía ser otro que la muerte y la destrucción. No era una premonición de
futuro, sino una reflexión de su presente. Este sueño te identificaba
en pocos minutos con la angustiosa situación del personaje.
Es interesante notar que
muchas películas que veis – y las novelas que son el punto de partida de
sus guionistas- no son sino sueños. ¿Por qué lo sé? Porque utilizan el
lenguaje de los sueños. Os sugiero una película apropiada para vuestra
edad: “Los 6 signos” estrenada en el año 2007.
Pero los sueños, aunque no seamos conscientes de ello, tienen otros secretos.
Así pues, he observado que el lenguaje
humano -sólo puedo hablar por lo que sucede con el español, pero
sospecho que igual sucede con los restantes idiomas- tiene un curioso
comportamiento. Existe una cierta correspondencia entre el lugar que
ocupa cada palabra en el conjunto de los significados y sus
correspondientes significantes, y el lugar que ocupa en los sueños, es
decir, una palabra no es aceptada como tal por los hablantes, sino puede
ser incorporada correctamente en el mundo de los sueños, y viceversa.
Desde antiguo la interpretación de los sueños ha sido un enigma para todas las civilizaciones.
En nuestra cultura ejemplos de sueños famosos son frecuentes en la Biblia, como los Nabucodonosor y Daniel (Dan 2 y 4), los del faraón y José (Gén 41), o los de S. José y el Ángel (Mat 1, 20-24), o ya en la cultura griega los que se iban a consultar al oráculo de Delfos.
Pero además de estos relatos de sueños en
la Biblia, me atrevo a sugeriros otros relatos que intuyo son sueños
inspirados, más que simples relatos inspirados, como el relato de Adán y
Eva en el Génesis, o las visiones Apocalípticas de S. Juan.
Muchos han sido los sueños que
me han descrito amigos y conocidos. He tomado este ejemplo para que
podáis comprender un poco mejor la interpretación de los sueños. El
soñador cuenta un sueño tipo advertencia. Es muy apropiado para
reflexionar sobre esta época, caracterizada por el poco futuro para los
jóvenes, ya que se presenta un horizonte nada halagüeño, pero ofrece con
su descripción, una invitación a modificar la propia conducta.
Escena 1:
Estoy en mi balcón y miro hacia una
placeta que hay frente a mi casa, y más allá está la vivienda de un
vecino; la casa es de color blanco; es de día y hay un huerto con
naranjas y otra casa de color gris.
De la casa anterior se ve un
camino de piedras blancas que sale hasta una carretera que está a la
derecha, y por él sale el hijo del dueño, montando a caballo marrón. El
jinete lleva una camisa blanca, y se mueve de lado.
Escena 2:
Todo desaparece y se convierte en agua blanquecina, viéndose al fondo un muro de hielo no demasiado alto.
Caigo al agua y me encuentro
con muchas personas, aproximadamente diez. Alguien grita que salga del
agua; giro la cabeza hacia allí y veo caer una torre, que al caer sobre
el agua, salpica y seguidamente se hunde; la torre estaba situada en mi
casa, hacia la derecha y es de color gris.
Escena 3:
Salgo nadando y llego al muro de
hielo; salto el muro y caigo en una carretera; se hace de noche; miro a
la izquierda y alguien se electrocuta todavía en el agua.; se trata de
un amigo de mi padre, de cierta edad.
En la carretera se ven farolas
encendidas grises y el fondo de la carretera no se ve; la carretera
cruza de izquierda a derecha, no viéndose el horizonte, pero se ve al
fondo mucha oscuridad.
Interpretación:
En la primera escena
se reflexiona sobre otra persona que conoce el soñador; es un joven de
más edad que él por lo que es muy probable que se esté estableciendo una
analogía entre esa persona y él mismo en un futuro no muy lejano.
El soñador está a gusto con
su vida, tiene un futuro prometedor y lo sabe, por sus propias
cualidades, pero existen aspectos preocupantes. El color blanco reafirma
su buen corazón, sus buenas intenciones.
Los árboles son otros amigos y conocidos en su misma situación preocupante.
El chico montado a caballo es
él mismo en el futuro, independiente, capaz de dominar su destino,
lleno de vigor y seguridad, aunque su trayectoria no es la adecuada, a
pesar de no tener obstáculos en su camino. Tal vez el problema esté en
su propia fortaleza.
En la segunda escena
aparece algo inesperado, son los propios afectos, que le atan a su
plácida vida, y que terminan por hacérsele un obstáculo, bien por
consecuencias lejanas, o por afectos no tenidos en cuenta. Reflexiona
que no es el único que está en esas circunstancias, pero una sorpresa
peor viene inesperadamente. Se trata de las ideas del pasado que ha ido
construyendo, y que por no estar bien fundadas se han desmoronado sobre
su maravilloso mundo al que tanto ama.
En la tercera escena
se muestra el esfuerzo que deberá hacer para evitar las consecuencias
de su errada y complaciente inactividad, debiendo superar ese inevitable
obstáculo que ha ido él mismo creándose. Una vez superado se vuelve a
plantear si tal vez demorándose demasiado en tomar las decisiones
correctas no se verá superado por las circunstancias, haciéndose su
futuro oscuro y sin solución. Sin embargo al final espera que por lo
menos tenga la opciones para salir adelante y encontrar por el camino
soluciones parciales que le vayan permitiendo salir del apuro
El intérprete aconseja al
soñador que intente caer en la autosatisfacción y que no siga
demorándose en su esfuerzo personal. El futuro puede ser incierto, pero
una excesiva complacencia en sí mismo o esperar que vayan apareciendo
pequeñas ayudas en nuestra vida, no llevan a ningún buen resultado; sólo
nos mantenemos a expensas de lo que nos depare la suerte.
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