Publicado: 10/06/2013 en Noticias del centro
Estos días he estado leyendo un libro
titulado “100 enigmas que la ciencia (todavía) no ha resuelto”, escrito
por Daniel Closa i Autet. En su libro señala varios enigmas que me
apasionan: el 86/100 “el lenguaje”, el 59/100 “dormir” y el 60/100
“sueños”. Bueno, me dejo otros como el 25/100 “Predecir terremotos” y el
97/100 “La hipótesis de Riemann”, de la que no tengo ni idea, pero que
sé que va de los números primos, otra de mis tontas y últimas aficiones.
Pues bien, en “Sueños” señala – para no
divagar en otros temas – que es un estado absolutamente intrigante el
hecho de vivir una vida que no es real, pero que, cuando nos encontramos
en ella, no podemos distinguirla de la realidad. Sin embargo opina que
como quien trata de encontrar formas en las nubes, las puede
identificar, pero no tienen ningún sentido real. Por otro lado añade que
también los animales sueñan, aunque no sabemos qué, y que los sueños
tienen que servir para comprender mejor el funcionamiento del cerebro.
En el “Lenguaje” (86/100) señala a su vez
que para la evolución de éste era necesario que aparecieran las
estructuras mentales necesarias para generarlo e interpretarlo. Para mí,
como decía en la parte anterior, este ha sido el papel de los sueños.
Otro autor que trata el tema de los
sueños es Richard Restak en su libro “Grandes cuestiones. Mente”, en el
que el autor además de hablar de otras diecinueve cuestiones
relacionadas con el cerebro humano desarrolla una titulada “¿Tienen
significado los sueños?”
No es que suela leer temas relacionados
con los sueños- ya he comentado que no he podido leer a Freud todavía-
pero a mí me gusta dejar a la Providencia que actúe en los tema que me
preocupan, y mientras voy madurando el artículo, para desesperación de
mi compañero Alberto, ella me va poniendo en mis manos la información
que preciso. Así pues, dicho autor señala que los sueños pudieran ser
útiles, pero de formas que normalmente no conseguimos entender ni
explicar. Comparto con él que es cierto que hace falta un esfuerzo, pero
ningún sueño que me han relatado ha dejado de tener explicación.
Algunos tienen una explicación rápida, de unos segundos. Generalmente
los sueños traumáticos o los sueños de deseo son de este tipo, y
simplemente soñamos un hecho tan real como comernos una deliciosa pizza,
o sufrimos por algo que nos ha hecho sufrir en la realidad
previamente. La interpretación es instantánea.
Otros sueños son más complejos; son
sueños simbólicos en los que cada objeto es un término de la historia,
reforzado por un color o por una serie semántica. El sueño se hace más
retorcido, cambiando de planos temporales y entretejiendo escenarios y
personajes, pero siempre el protagonista es el mismo: el soñador. La
interpretación se hace compleja, sobre todo cuando aparecen los nombres
de personas que desconoces, pero que sin nombrarlas, el soñador las
relata de manera simbólica al intérprete, con lo que se hacen precisos
varios interrogatorios para completar el cuadro de la historia real, el
entorno real del soñador, al que con frecuencia el intérprete desconoce.
Richard Restak también plantea la
frustración de numerosos hombres que recuerdan una vaga pero indeleble
huella de los sueños, de sus giros y absurdos momentos atemporales, de
personas ya fallecidas y sitios olvidados, sin darse cuenta que lo
importante de cada historia no son los personajes, ni los giros, ni los
detalles, sino el todo del relato. Él sostiene que son retazos dispersos
que dispuestos de forma aleatoria, después el interpretador les “impone
un significado”. Es como decir que un niño pequeño cuando le damos una
cuchara y un cuenco con papilla no come, a pesar de ponerse la papilla
en la boca, por no saber qué está comiendo, y estar llenando la mesa de
papilla mientras juega con la misma. Tal vez el ejemplo no sea bueno
esta vez, pero a lo que quiero llegar es que el que no es interpretador
le cuesta comprender que a pesar de la dificulta, la interpretación es
posible, y por otra parte no ha experimentado la cara de felicidad que
pone aquel que agobiado por su sueño, al interpretarlo dice emocionado:
“sí así es como yo realmente pienso ¿Cómo lo has sabido?” Richar Restak
asegura también que la aceptación de sueños perturbadores o
angustiantes es un requisito para liberarnos de ellos y que combatirlos
solo sirve para consolidarlos en la psique. Esta afirmación es cierta,
aunque algo coja; no se trata de aceptarlos sino de amarlos. Es el amor a
uno mismo el que disuelve el sueño angustioso, pues es el desamor el
que lo fija en nuestra mente, como el sonido de un duro martillo cuando
golpea sobre una chapa. Y los sueños son parte de nuestro ser, de
nuestra visión de nosotros mismos, de los recuerdos que nos conforman
con seres únicos e irrepetibles.
Richar Restak así mismo añade aspectos
interesantes de los sueños: la posibilidad de controlarlos, la
influencia del medio circundante… ¡vamos, qué os recomiendo que leáis su
libro!
Comentando a Freud señala que el sueño es
la realización de un deseo, lo cual es una simplificación obvia, y
considera que la interpretación freudiana de los sueños, o cualquier
otra, termina en la imposibilidad de su verificación objetiva de su
eficacia, por lo que no puede considerarse como ciencia.
Quiero entender que se refiere a la
utilización de los sueños como instrumento terapéutico, y si es desde
este punto de vista, estoy de acuerdo. Los sueños no son para curar,
sino para conocerse así mismo. Si uno conociéndose y reconociéndose
mejora en una enfermedad psíquica, estupendo, pero no creo que esa sea
la función de los sueños.
Los sueños pueden ser un refuerzo para
una persona desorientada, cuando son tantas las caretas que se ha puesto
que apenas ya se reconoce como quien realmente es, pero ya está; no
más. El sueño no resuelve una esquizofrenia, ni una fobia… ni nada de
nada, aunque una correcta interpretación te refuerza como individuo. Una
mala interpretación te deja como estás, ni peor ni mejor. Y si tenías
un lío mental, pues sigues como estabas. Así de claro. Aunque es también
cierto que el interpretador se convierte por unos momentos para una
persona que, agobiada por algún problema, en ese anhelado oasis,
conseguido gracias a plantear indirectamente el problema que lo atenaza a
través del sueño. Esa es pues la función del intérprete: aguador para
el sediento caminante que atraviesa el inhóspito desierto que es la
vida.
Es frecuente que los que sueñan, sueñan
cosas imposibles, como sucede a los discapacitados, pero ¿es que los
deseos tienen límites? Pero no todos son agobios. El propio Richar
Restak anota que él ha soñado volar, y que volar es un sueño muy común.
Muchos amigos me han relatado sueños
volando. Es un sueño simbólico muy simple: las cosas nos van tan bien…
que nos sentimos livianos. Recuerdo el sueño de una amiga que también
volaba. Este sueño era oscuro. Su vuelo era rasante, descendiendo por
las calles de su pueblo, buscando a su padre fallecido. Recuerdo que
después de relatarme el sueño le indiqué que realmente lo que en el
sueño estaba reflexionando era que su padre había muerto; que asumiera
el hecho de su muerte y que simplemente la muerte era no hablar él con
ella.
Al día siguiente vino con la cara
resplandeciente para contarme que el sueño que tantas veces le había
atormentado se había transformado: ella volaba por el pueblo otra vez,
pero en esta ocasión ascendía y el día se hacía luminoso. Richar Restark
describe un sueño de un hombre que se hace mujer y casado, se acostaba
con su hermana. Señala que Freud sacaría mucho jugo del asunto por
razones aparentemente obvias. Mi interpretación es diferente. Es por
ello que no me gusta aclarar completamente la interpretación de los
sueños, porque todo conocimiento tiene un doble filo. Interpretar un
sueño puede ser peligroso en manos de un inexperto, y Freud, a mi juicio
y por lo poco que sé de él, lo era.
Los sueños cumplen una ley fundamental:
Ningún sueño va contra el soñador. Este principio es básico para
interpretar. No se trata de un deseo, sino una realidad constatada por
la experiencia y está basado en un razonamiento lógico: Nadie se hace
daño si lo puede evitar. Además los sueños siempre refuerzan el mensaje
mediante pequeños detalles, que al interpretador cuidadoso no le pasan
inadvertidos.
En este último sueño al que se refiere
Richar Restark, el soñador está haciendo una comparación de la relación
existente entre él y su mujer, y entre él y su hermana, probablemente en
cuanto a la personalidad de los cuatro. El sueño está tan sesgado que
no puedo interpretar más, además de ser el soñador de lengua inglesa.
Los sueños de tipo sexual son claramente
explícitos. ¡El sexo gusta tanto a todos! ¿Para qué vamos a irnos con
rodeos cuando no hay testigos? Otra cosa es lo que significan, y muchas
veces lo obvio no lo es tanto. Muchos sueños sexuales son reafirmación
de la propia sexualidad o aclaración de temores infundados. En esto
Freud desbarraba hasta el fondo.
El papel de los sueños en la actividad
creativa también es tratada por Richard Restark, y la comparto hasta
cierto punto, ya que como he sostenido, los sueños son relatos
semivoluntarios, por lo que el deseo de encontrar una solución resuelta
en un sueño puede ser el pequeño matiz que nos falta para modificar la
realidad positivamente. Pero el ejemplo tomado por este escritor es
equivocado. Relata un experimento realizado por un investigador médico
con una serie de alumnos a los que sugiere una serie de letras,
añadiendo después, que todos tuvieron como tema común el agua.
Los sueños con agua son tan frecuentes
como los sueños volando. Para mí son los más interesantes. El agua es el
elemento vital de todo ser vivo y todos la deseamos. Pero los sueños
nos la muestran de muy diversas formas: en el mar, en un río, en una
acequia, lloviendo, cristalina, con peces, turbia, a modo de olas,
buceando, flotando, navegando… Cada forma significa una cosa, pero todas
tienen un único significado común: los sentimientos. El agua describe
nuestros afectos y emociones más íntimas y son mis sueños preferidos
para interpretar.
Richard Restark se pregunta a su vez
¿porqué olvidamos los sueños si son tan importantes?. Todos estaremos de
acuerdo con él que el esfuerzo para recordarlos es importante ya que lo
hemos experimentado, pero ¿Por qué?
Me atreveré a dar una respuesta: los
sueños son un repaso de nuestros objetivos y estos pueden ser aceptables
o peligrosos cuando entramos en contradicción. Son reflexiones como
último recurso de nuestro cerebro para decirnos ¡alto, te has equivocado
y te estás haciendo daño! o… ¡sigue así que todo va bien!.
Generalmente nos preocupamos de recordar
lo malo, y olvidamos la rutinaria buena marcha del día a día. Sin
embargo cuando todo va bien en nuestra vida real nos levantamos y
decimos ¡he dormido genial y he tenido un sueño maravilloso!, aunque
nunca lo recordemos. Y es que el recordar lo malo y su reiteración nos
permite rectificar el camino. Cuando se va en la buena dirección no hace
falta mirar atrás. También se pregunta el porqué soñar con personas que
no hemos visto en treinta años. Y yo me pregunto: ¿Por qué pienso en lo
que hice hace treinta años? La respuesta es simple: por recordar. Soy
yo y mis circunstancias… y mi historia personal.
La conclusión a la que llega Richar
Restark, presidente de la Asociación Neuropsiquiatría de EEUU y profesor
de clínica neurológica en el Hospital Universitario George Washington
es practicar una “especie de agnosticismo”, por el simple hecho ¡de lo
inverosímil que son los sueños! y añade a su vez que “si los sueños
carecen de sentido ¿porqué todas las civilizaciones que han existido han
desarrollado teorías o sistemas (o timos) que sugieren lo contrario?”
Remata la faena con “deberíamos de reconocer que los sueños no son
explicables como una ecuación … y acaso hemos de fiarnos de la fuente y
el autor de cada uno de ellos: nuestro propio cerebro” ¿Está claro? Pues
no. Nos deja como estábamos. Mi postura es otra, claro que soy un
insensato profesor de Tecnología en IES Príncipe de Asturias de Lorca, y
presidente de la república bananera de mi casa, según IKEA: Todos
deberíamos analizar de vez en cuando nuestros sueños, especialmente
cuando nos van bien las cosas, para que cuando se tuerzan, podamos
comprender mejor nuestros errores, nuestras intranquilidades, nuestros
miedos.
Muchas veces el miedo al miedo es el
peor de los monstruos. No se trata de hacernos unos especialistas, pero
sí conocernos un poco mejor y querernos mucho más, para poder querer más
a los que nos rodean. Todos somos maravillosos, irrepetibles e
inesperadamente insondables ¿no os parece? A veces los sueños parecen
tan reales como la realidad misma y en otras la realidad se hace sueño,
como mi estancia en Lorca.
El terremoto de Lorca del 2011 me parece
ahora como un lejano sueño en el que se sacude nuestra aparente
seguridad; el agua turbia corriendo por las calles en las inundaciones
del 2012, simbolizan los sentimientos tortuosos que a todos nos
amenazan; pero al final de mi sueño, cuando me echo en mi cama y pienso
que los sueños, sueños son, y que la vida es sueño, recuerdo vagamente,
mientras cierro los ojos, el encuentro de innumerables rostros amables
que me saludan en el Instituto todas las mañanas, y yo me digo: ¡He
dormido genial y he tenido un sueño maravilloso!
No puedo dejar de agradecer a Alberto, profesor de CCNN y redactor del periódico del Centro, por haberme animado a escribir este artículo sobre los sueños, así como por una maquetación tan acertada.
No puedo dejar de agradecer a Alberto, profesor de CCNN y redactor del periódico del Centro, por haberme animado a escribir este artículo sobre los sueños, así como por una maquetación tan acertada.
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